“Desconocido, espero tus problemas se acaben y así volver a la senda del bien”

Santiago Barrionuevo

Por: Abril Mulato

El día que tembló yo estaba volando hacia la Ciudad y no me enteré de nada. Fue hasta que el avión en el que viajaba aterrizó y permaneció parado por más de una hora  sin dejar salir a los pasajeros que supe que algo raro estaba pasando.

Durante un largo rato no hubo señal para comunicarnos y de repente, cientos de mensajes comenzaron a aparecer en la pantalla de mi celular: “¿Estás bien?”, “Dime que todo está en orden”, “¿Por qué no contestas?, “¿En dónde chingados estás?”, decían algunos.

Segundos después me enteré de que un sismo de 7.1 grados Richter con epicentro en Puebla y Morelos había azotado la Ciudad de México. Tuve miedo y me preocupé, pero nunca, imaginé que ese terremoto habría de dejar a más de 360 víctimas mortales, a miles de damnificados y un sinfín de daños materiales en inmuebles comerciales y particulares.

Yo tuve suerte. Cuando llegué a casa todo estaba intacto y mi familia no estaba en la Ciudad. Pero conforme fueron pasando las horas las noticias de quienes perdieron a seres queridos, su casa o a sus mascotas, iban en aumento y a mí, como a millones de mexicanos, se me estrujaba el corazón. Y todavía me pasa.

Dos años después del 19s, México sigue de pie porque su gente –no su gobierno– su gente lo mantiene así: fuerte, grande y de pie. Por eso creo que si hay algo que no debemos ignorar son las noticias de quienes todavía están luchando por recuperar su casa y en general su vida.

Estas son las historias de tres habitantes de la Ciudad de México que perdieron su casa en el 19s. En ellas nos cuentan cómo cambió su vida después del sismo del 19 de septiembre de 2017.

Juan Manuel, 28 años

Yo vivía en el multifamiliar de Tlalpan con mi abuelo que se llama igualito que yo. Estaba ahí porque la escuela me quedaba cerca y también porque viviendo ahí podía echarle un ojo a mi abuelo que ya está grande.

Ese día tuvimos suerte porque ninguno estaba en la casa, pero cuando supimos que nuestro edificio estaba en código rojo y que ya no podíamos entrar, toda nuestra vida cambió. Todo se quedó adentro. Mi abuelo se tuvo que ir a vivir con unos familiares al Estado de México y yo estuve de arrimado con unos cuates varios meses, pero luego también me tuve que me mover con una tía.

Se dice fácil, pero el muerto y el arrimado al tercer día apestan. Yo siento que yo no estoy tan mal, a mí y a mi abuelo nos dieron posada en una casa, pero hay gente que tuvo que volver al edificio que está a punto de desplomarse porque no tenían a dónde ir. Dentro de lo que cabe yo siento que yo puedo hacer cosas, pero el que me preocupa es mi abuelo. Él está muy deprimido. Imagínate que en cuestión de minutos pierdes todo, todo lo que tenías, todo lo que lograste después de años de trabajo desaparece. Está cabrón.

Ariana, 27 años

Yo vivía en la Narvarte Poniente y me mudé porque el sismo dañó el edificio donde vivía. El inmueble ya estaba un poco chueco, pero luego del 19s se notaba aún más. Mi departamento estaba en el 1er piso y los daños ahí eran muy notorios.

Recuerdo que estaba en mi trabajo en la Roma Norte, en una junta con el equipo y se comenzó a mover todo, así que salimos corriendo. A la oficina no le pasó nada. Me acuerdo que ese día no pude volver a casa, pero al otro día cuando volví no había luz y aún no habían ido los de protección civil. Fue hasta el día siguiente que  vimos los daños reales y no nos quedó otra más que salirnos. Sé que algunos vecinos se quedaron ahí por más tiempo, pero yo y mis roomies nos fuimos.

Yo me salí al otro día por miedo, pero hubo vecinos que duraron mucho tiempo ahí, supongo no tenían a otro lugar al que huir. Yo me fui a casa de mis papás, en Cuautitlan Izcalli.

El cambio sí me afectó en el ámbito emocional, tenía pánico de buscar un nuevo hogar en algún edificio con más de 3 pisos, cualquier movimiento me causaba estrés o ver alguna grieta en mi nuevo hogar me hacía cuestionarme si ya estaba ahí o era señal de algún sismo. Puro estrés.

Dos años después cuando pienso en el 19s me da miedo. Creo que antes de eso la idea de hacer un simulacro o salir por la alerta me daba igual, incluso tomaba como exagerada a la gente que se ponía mal, a los que vivieron el del 85. Ahora me da ansiedad sentir cualquier movimiento, o escuchar la alerta.

Ricardo, 32 años

Vivía en Adolfo Prieto esquina Concepción Beistegui en la Colonia Del Valle.

Después del sismo, el departamento quedó bastante dañado y había que hacer muchas evaluaciones. Afortunadamente yo estaba de viaje, recuerdo sentarme a comer y pedir la clave del WIFI y que mi Whatsapp colapsó, empecé a checar las noticias y empecé a comunicarme con mi familia, fue bastante surreal.

El departamento en dónde vivía no quedó totalmente inhabitable, pero había que hacer mucho trabajo de reconstrucción de muros, sobre todo acabados de yeso y demás. Me salí de ahí en una semana y me fui a casa de mis padres en el Estado de México.

Para mí todo lo que pasó fue una llamada de atención personal de que era momento de buscar otras cosas en mi vida y mudarme fuera de la Ciudad de México.

Dos años después del 19s sigo pensando en esa fecha pues me tatué en el pecho algo referente a esa fecha pues cambió mi vida de alguna manera. Ahora pienso en lo frágil que puede ser la vida y lo que sentimos que es permanente, como un edificio, un departamento, un patrimonio se puede ir en un segundo.

Irónicamente unos meses antes del sismo platicaba con una amiga que se había casado y con su esposo estaban buscando una casa. Cuando le pregunté que porqué no mejor un departamento, su respuesta fue: “Cuando tienes una casa y hay un terremoto, se puede caer la casa pero al menos puedes acampar en tu jardín, si se cae un edificio de departamento te quedas con nada. Obviamente me reí y le dije que era una ridícula…”.

No dejemos de leer y de escuchar. No dejemos de compartir y ayudar. El 19s ocurrió hace exactamente dos años y sus estragos siguen vigentes. Recordemos que la clave está en no olvidar y en mantenernos unidos siempre…para bien o para mal.