Nueve de cada 10 de los estudiantes trabajan en empleos mientras estudian. Algunos, la mayoría, lo hacen por necesidad financiera; otros por adquirir experiencia

Por Abril Mulato

Alonso Salinas, tiene 28 años, vive en la Ciudad de México y desde hace seis meses estudia Ingeniería Industrial mientras trabaja en el Departamento de Business Development de una empresa. La decisión la tomó después de que en varias ocasiones acudió a buscar trabajo y fue rechazado bajo el argumento de que su primera carrera –la de artes escénicas– no funcionaba para el puesto.

“Tuve dos malas experiencias en búsqueda de trabajo. En una pasé por todo el proceso de reclutamiento. Hice tres entrevistas, pruebas psicométricas y de conocimientos y pasé todos los filtros, pero cuando llevé mis papeles me dijeron que la carrera no aplicaba”, relata el estudiante originario de Hidalgo. “En la otra fue algo parecido. Por esas situaciones decidí regresar a estudiar otra carrera”.

Alonso no es el único que ha decidido repartir su tiempo entre el estudio y el trabajo. En México, de acuerdo con la investigación “El Valor de la educación. El precio del éxito” realizado por HSBC a finales de 2018, nueve de cada 10 de los estudiantes trabajan en empleos mientras estudian.

Hay quienes como Alonso lo hacen para mejorar sus posibilidades profesionales, pero algunos –la mayoría– lo hacen por necesidad financiera (65%) y otros más para obtener experiencia (46%) que les ayude a obtener trabajo después de la universidad.

Mariana Escobedo, periodista de 38 años, recuerda que ella comenzó a publicar sus primeros textos a los 15 años cuando estudiaba la preparatoria. Usualmente no le pagaban, pero dos años más tarde ya colaboraba para una radiodifusora pública en EEUU. “Terminé la prepa y toda mi universidad la hice así trabajando y estudiando. Fui feliz, aprendí mucho, pero la experiencia ya la había adquirido por mis propios medios”, señala.

Y es que para algunos reclutadores la experiencia hace la diferencia. De acuerdo con la Encuesta de Escasez de Talento 2018 México, realizada por ManpowerGroup, 50% de las empresas no contratan a jóvenes porque carecen de experiencia.

¿Y es posible organizarse?

De acuerdo con el estudio de HSBC, equilibrar sus estudios y su trabajo representa un gran reto para los estudiantes. En un día promedio, los estudiantes en México pasan 4.9 horas al día en un empleo pagado, más tiempo del que dedican a lecturas o estudiando en casa (2.9 horas) o en conferencias o tutorías (1.6 horas).

Cabe mencionar que las horas dedicadas en México al trabajo remunerado de estos jóvenes superan también al promedio global arrojado por la encuesta, de 3.4 horas al día. Esta inversión de tiempo implica sacrificar días de descanso y tiempo para actividades de recreación con amigos y familia.

Rubén Guillén, dentista de 38 años y actual estudiante de cirugía de regeneración ósea peri implantar, asegura que volver a la escuela le ha quitado tiempo con su familia. “Ya no salgo mucho, la mayoría del tiempo estoy cansado porque duermo poco, alrededor de 5 a 6 horas”, comenta. “También trabajo los sábados y son los días en que me pongo a hacer la mayor parte de la tarea, lo que me deja un domingo que no me sabe a nada”.

La periodista y actual estudiante de una maestría en periodismo político, Myrna Martínez, explica que en su caso ella ha dejado de salir los viernes, pues la maestría es sabatina.”A veces me da gastritis, estoy agotada y sólo veo la tele. Los domingos salgo con familia o amigos, a veces me quedo en casa a hacer algún freelance o tarea”, dice la también profesionista de 40 años dedicada a difusión cultural.

“Lo que más me costó al inicio fue rendir al 100 en los dos, entré el mismo día al nuevo trabajo y a la escuela, así que a veces en el salón me estaba quedando dormido”, cuenta Alonso. “Dejé de ir al gimnasio, si acaso voy una o dos veces por semana y hay semanas que de plano ya no voy (sobre todo cuando son exámenes o entregas de proyectos). También he bajado la frecuencia con la que veo a mis amigos, pero intento seguir haciéndolo”.

Pero más allá de la gastritis, las escasas horas de sueño y el desgaste, ¿vale la pena estudiar y trabajar? Myrna asegura que sí: “Yo creo que el beneficio es a corto plazo. Cuando estudié la licenciatura empecé a tener experiencia laboral en mi área antes que muchos compañeros de clase, eso te permite tener más herramientas, contactos, experiencia. Y actualmente, después de 15 años de no estar en clases, ha sido increíble y divertido”, señala.

Alonso agrega: “Una de las cosas más satisfactorias es conocer a más personas. Generalmente todos los que estamos en mi grupo, estamos trabajando así que haces algo de relaciones públicas y amistades. Te abre un panorama diferente de las cosas y hay un no sé qué, que no sé explicar pero que te hace sentirte muy a gusto contigo mismo”.

Y ya por último, algunos consejos

“No te quedes con las ganas. No tengas miedo. Los conocimientos que adquieres en el trabajo ayuda mucho a los proyectos escolares y viceversa, lo único que necesitas es aprender a organizar tus horarios”, Alonso.

“Tu cerebro se ocupa en otras cosas y adquieres conocimientos o aplicas los que ya tienes por la experiencia. A largo plazo te vuelves más competitivo. Sí es pesado, así que no te desveles mucho”, Myrna.

“Aguante, mucho aguante, cuesta trabajo pero la recompensa es grande. He conocido gente muy chida y saber que puedes lograr las cosas también es una satisfacción increíble”, Rubén.

“Necesitas organizarte pero si te apasiona lo que haces y lo que estudias y tiene una visión, vale la pena”, Angélica.

“Pesa no poder dedicar todo el tiempo que requiere el estudio o sentir que el tiempo te es insuficiente, pero es posible”, Dafne.

“Es cansado físicamente, demandante, pero en mi experiencia es gratificante mentalmente”, Elizabeth.

“Respira. Respira hondo y sigue. Cada vez falta menos”, Martín.