Hay arrendadores que pudieron haber salido de una película de terror

Por Abril Mulato

La primera vez que vi a Flora creí que se trataba de una viejita fumadora de risa contagiosa con la que ocasionalmente iba a poder platicar. Ella habitaría la parte de abajo de la casa y yo la de arriba. Cada quién tendría su propia entrada y salvo las veces que coincidiéramos para sacar la basura, las dos viviríamos nuestras vidas sin interrumpir la de la otra. “Ni mandado hacer”, pensé en ese entonces; pero qué equivocada estaba.

He vivido casi dos años cerca de ella y puedo decir que esa mujer es una de las personas más desequilibradas que conozco. Para que se den un quemón: Flora es especialista en azotar puertas y lo hace en horarios diversos: 1am, 5am, 6pm, 9am o 4 am, nunca se sabe. De vez en vez, grita desesperada para exigir silencio a las 10 de la noche; diario barre la banqueta y religiosamente deja su basura en mi entrada; y cuando hago reuniones en mi casa se para en la puerta y le toma fotos a mis invitados mientras les dice “esto no es un antro”. Qué oso.

Lo anterior sumado a los insultos que recibo cada vez que saco a mis perros y que ella está en la ventana, me hacían creer que Flora era la casera más de la verga (ojalá no me editen porque no hay frase que la describa mejor) del universo de las propiedades en renta; pero una vez más me equivoqué.

Hay arrendadores que sobrepasan los límites y que parece que salieron de una película de terror…o de una comedia,  como lo quieran ver. Para que lo comprueben hicimos una lista de caseros que se pasaron de lanza con sus inquilinos y que sin problemas podrían hacerse acreedores a este inigualable galardón.

La deudora fraudulenta

No había semana en que mi casera no me buscara y entre otras cosas me preguntara si le habían llamado por teléfono. Resulta que la madre la demandó por no cuidar bien a su hija y el DIF la estaba buscando, por eso se salió de su depa y lo dio en renta. Además al departamento llamaban a cada rato buscándola para cobrarle de Elektra Coppel y un día me puso como referencia. Después querían cobrarme a mí sus deudas.

Otra vez ella y su pareja compraron un BMW y supuestamente les salió mal el coche. Me dijo que planeaban comprar un seguro y que meses después desaparecerían el carro para recuperar un poco de lo gastado. Odiaba que me dijera esas cosas.

La difamadora

En algún momento de mi vida viví en una “casa para señoritas”. Era una casa enorme en la que rentaban 8 morras. Yo era la más vieja de todas y la mayoría eran chavitas del interior de la república que no cuestionában nada y no hablaban entre ellas.

Me empecé a dar cuenta de que la casera era muy abusiva. Por ejemplo, cobraba $3,000 baros por cuarto y no podías hacer ruido después de las 8 de la noche; tampoco invitar a nadie a dormir. A mí me valía y llegaba tarde, fumaba en casa e invitaba a mis amigas a dormir y por eso me odiaba. Creo que el hecho de que socializara con las demás inquilinas fue lo que más le molestó.

Un buen día comenzó a desaparecer la ropa interior de los tendederos y la mujer me culpó a mí. Les dijo que me había visto robar la ropa y aunque ellas no le creyeron e incluso me defendieron, ella siguió acusándome. Estuve a punto de golpearla, pero una de las chicas me detuvo. 24 horas después me fui.

La que nunca se fue

Mi casera tenía áreas clausuradas en mi departamento porque guardaba sus cosas (sí, dentro de la propiedad que me rentaba). Una vez me fui de viaje y ella entró y se quedó a dormir ahí. Así como si nada.

Cuando me fui no me regresó ni un peso del depósito y encima de todo quería que le pagara la pintura del departamento. Ahora me da risa, pero la verdad es que estaba bien loca.

La operativos antidrogas

Por alguna razón esta persona creía que todos escondían algo en los departamentos que rentaba y por eso aprovechaba cualquier oportunidad para entrar en su casa y buscar sustancias ilícitas o cualquier indicio de actividad delictiva. Nadie le dijo que lo que hacía era ilegal (pff) y en ocasiones llegó a entrar cuando los inquilinos estaban ahí. Obvio les un sustote y por eso hubo alguien que incluso la denunció.

Estaba muy desubicada. Era de las que salía a la calle a gritar cosas y llamaba a la patrulla por todo.

El vándalo teporocho

Llevaba viviendo en el mismo depa casi ocho años y el último año fue cuando todo se complicó más. Un día, al salir para el trabajo, me encontré con que el vidrio de lado del copiloto de mi coche, el cual siempre estacionaba fuera del departamento, estaba roto. Inicialmente pensamos que había sido un robo, pero después nos dimos cuenta de que no se habían llevado nada y que todo estaba en su lugar.

Estábamos intentando entender lo que había pasado cuando bajó la esposa del vecino, quien es hijo de los caseros, a decirnos que le daba muchísima pena, pero que la noche anterior había tenido una pelea con su esposo y que este había aventado un teléfono desde su ventana y había roto nuestro vidrio.

Agradecimos su honestidad y esperamos a que el vecino bajará a disculparse pero evidentemente eso nunca pasó.

Analizando la situación descubrimos que el tipo había roto el vidrio por sus huevos porque si hubiera tirado el teléfono de su ventana hubiera roto el parabrisas y no el vidrio del copiloto. Cuando pedimos una explicación, su madre (la del tipo de 40 años) lo justificó diciendo que su hijo tenía problemas de alcohol, que cualquier problema lo viéramos con ella.

Los controladores

Nuestros caseros eran tres viejitos que no nos dejaban poner la bomba para que a nuestro depa cayera agua, pero si teníamos que pagarla. Cuando prendíamos la bomba, bajaban y la apagaban. Tampoco podíamos prender las luces del pasillo porque las apagaban. Eran demasiado controladores y súper tacaños.

Para colmo, persona que llegara después de las 9 de la noche se quedaba afuera porque ponían seguro y ya nadie entraba.

La chismosa

Doña Ortega era una señora casi de 60 años, nada amable que llegaba sin avisar a cobrar la renta. Por lo mismo era difícil que tuvieras el dinero en casa, así que cuando decías que ibas por él, ella empezaba a decir en el pasillo para que todos escucharan: “Como siempre, voy a tener que esperar aquí hasta que vayan por el dinero, nunca hay día que lo tengan cuando vengo, qué tal si se van y ya no regresan”. Luego si Doña Dolores -la vecina- la llegaba a escuchar, salía a hacerle segunda agregando que el fin de semana mucha gente había estado entrando y saliendo de la casa  y tenías que escuchar la plática de las dos hablando mal de todos.

Cuando volvías con el dinero, Doña Ortega ya había entrado en tu casa y después de decirte que quitaras cuadros y que con la nueva lavadora ibas a gastar más luz, hacía lo que mejor sabía hacer: hablar mal de Doña Dolores.

La honestota

Cuando llegué a rentar esta mujer me entregó una muladar de casa y lo único que dijo para justificarlo fue: “Fui honesta cuando dije que necesitaba reparaciones”. El departamento era un asco y el closet del cuarto de su hijo tenía pintas que decían: “I feel dead inside”. Terrible.

Cuando me comunicó que no habría renovación porque debido al temblor duplicaría la renta, me dijo que estaba segura de que no me iba a alcanzar. Y tenía razón, pero no son modos.

Entonces… ¿Quién se lleva el premio al casero más DLV? Perdónenme, pero como aún estoy cegada por el rencor yo sigo votando por mi casera Flora, la insoportable mujer de Río Balsas. Ojalá nunca la escuchen bufar.