Me llamo Lucy, tengo 31 años, trabajo en ondas administrativas en una oficina médica en Quintana Roo y vivo en Cancún desde hace exactamente un año y tres meses, pero no siempre fue así. Mi familia y yo nacimos en la que hoy llamamos la CDMX. Allá viví 30 años por lo que mentiría si dijera que el cambio de escenario fue fácil para mí.

Recuerdo que cuando recién llegué a Cancún no sólo el calor me agobiaba, también lo hacía el hecho de no saber lo qué iba hacer ahí o el cuestionarme qué sentido tenía haberme trasladado tantos kilómetros.

Creo que en un principio lo más difícil fue separarme de mis amigos y dejar los proyectos en los que participaba. Me costó mucho adaptarme a un ritmo de vida tan distinto y, claro, empezar de cero en lo que respecta a la vida social.

No voy a mentir, sigo adaptándome. La mayor parte del tiempo estoy en busca de nuevas actividades y de personas con las que pueda compartir mi vida.

¿Que por qué me vine para acá? Bueno, hubo varias razones, pero la más importante y principal fue el hacerle compañía a mi mamá mientras ella se adáptaba a vivir aquí porque, al igual que yo, ella quería una vida más tranquila y cómoda debido a una enfermedad que la aqueja y que a raíz de su edad avanza cada vez más rápido.

Pero dejando eso de lado y hablando específicamente de mí, me he dado cuenta de que cuando vivía allá me encontraba en un estado de agotamiento profundo permanente, lo que derivó en alcoholismo y en una crisis existencial severa. Fue por eso que decidí darme un espacio y alejarme del lugar que ya no me hacía sentir cómoda.

Cuando llegué a Cancún pensaba en pasar aquí sólo una temporada y siempre consideré la opción de regresar, pero conforme ha pasado el tiempo, me siento me siento cada vez más desconectada de la Ciudad y de los que viven ahí.

Creo que en general la gente en la CDMX es muy chida, pero la dinámica hace que las personas sean más individualista y competitivas. Muchos están allá porque buscan tener un empleo que le dé para cubrir sus necesidades y gustos –yo lo he hecho– pero hay más de todo lo que puedas pensar o querer.

Pienso que la CDMX es una ciudad bella y llena de magia, pero la sobrepoblación, contaminación  y malas planeaciones estructurales de crecimiento son sus principales defectos. Es muy pesado pasar más de dos horas para trasladarse entre ríos de gente y automóviles.

Entiendo que las ciudades en general están llenas de contrastes y que los que vivimos ahí en algún punto desarrollamos cierto sentido de supervivencia y aguante particular, aunque ese estado de alerta enferma y estresa nuestro cuerpo. Hay que aceptarlo.

Pero también está el otro lado de la moneda y es que una ciudad por muy caótica que sea, puede llegar a ser el origen de fuertes lazos de cariño, de amores y de recuerdos. Es por eso se crea la necesidad de permanecer en ella, aunque a veces duela. De ahí que exista la Ciudad de la furia, la de los ciegos o la de los locos corazones…

En fin, justo en este momento de mi vida creo que lo mejor que podemos hacer es vivir en movimiento, pero las decisiones dependen mucho de las personalidades y gustos de cada quien. Justo ahora estoy entendiendo que lo mejor ya no es regresar, pero honestamente, es difícil empezar de nuevo en soledad.

Aún así, está buena la aventura.