Y no, no me da ni tantita pena

Por Abril Mulato

Por ahí de agosto de 2012 tenía 27 años, trabajaba en una agencia de relaciones públicas que odiaba y vivía en un departamento horrible en la colonia Anzures. Mi relación de tres años y algo acababa de terminar y No me digas que te vas de José, José se escuchaba de fondo mientras yo terminaba de guardar mis cosas en varias cajas de cartón (Sí, soy una drama queen y me encanta).

Durante un par de semanas intenté vivir con unos amigos, pero aunque la idea de no pagar renta algunos meses sonaba increíble, las cosas no salieron como lo esperaba. Mi perro fue violentado por el perro de mis compas, mis cosas no cabían en su casa y bueno, yo estaba hecha mierda.

Fue entonces cuando lo supe: Necesitaba un lugar seguro y conocido para curar mis heridas de batalla y ese lugar siempre ha sido la casa de mi mamá. Así que con el ‘cora’ hecho añicos, siete kilos menos y la dignidad por los suelos regresé a dormir a una camita individual, a comer a mis horas y a llorar a lágrima suelta durante casi dos meses.

El tiempo ayudó mucho, pero puedo decir que la clave para mi total recuperación fue la combinación de calditos de pollo y el shot de apapachos de mi jefecita. Solo así pude recuperar fuerzas y regresar al ruedo para que me volvieran a partir la madre algunos años después (un clásico).

Nunca lo he negado, mi mamá es una de mis armas más poderosas y así como yo hay varios que regresan a sus casas buscando consuelo, protección o alguna brujería maternal. Ojo: El regreso a los brazos de la madre, aunque sea temporal, nunca es fácil, pero siempre hay cosas que por muy pequeñas nos ayudan a seguir adelante.

“Lo que más amo es el consuelo tras los ataques de ansiedad”

Me llamo Sofía, tengo 35 años y me independicé a los 17 años. En mi caso volví a casa de mi madre porque me moría de hambre, no tenía para pagar el gas y porque en donde vivía solo había agua en la mañana y en la noche.

Las ventajas de vivir con mi madre son muchas. Aquí tengo un cuarto cómodo, internet, agua caliente, Netflix y mis gastos son menos. Pero también es difícil; no puedo coger, ni llegar arrastrándome de borracha sin que alguien lo note. Sí planeo volver a vivir sola, pero digamos que a mediano plazo.

Lo que más amo de estar aquí es la conexión a internet y quizá el consuelo tras los ataques de ansiedad.

“Si me duele la panza mi mamá me prepara un té”

Mi nombre es Mónica, tengo 37 años y recientemente volví a casa de mis mamá tras 13 años de vivir sola. Volví porque estaba deprimida y también porque no tenía otro lugar en donde pudiera estar con mi perrita. Cuando terminó mi relación de pareja, me mudé con una amiga, pero en el edificio donde vivía, no se aceptaban mascotas. Mi perrita entró en depresión también y bajó mucho de peso, por lo que tuve que volver a un lugar en el que ella se sintiera segura

Lo más difícil de volver con mis padres, es que no es mi espacio. Tengo que adaptar mis tiempos a los de ellos y si de repente no quiero hacer nada en todo el día siento la obligación de levantarme a ayudar en casa o hacer planes con ellos para que no piensen que estoy tirada en depresión. Extraño estar tirada en la alfombra tomándome un mezcalito.

Por otro lado, amo el jardín que tienen en casa y que si me duele la panza mi mamá me prepara un té y un caldito de pollo. También que mi jefe me lave el auto y que siempre hay comida en el refri. Al final los jefes van a ser los mejores host ever, pero por supuesto que tengo planes de mudarme de nuevo sola.

“Le estoy haciendo el paro a mi jefa”

Soy Joaquin, tengo 34 años y volví a vivir con mi mamá después de 10 años de vivir solo. Estoy aquí por jugarle al emprendedor y porque se murió mi jefe entonces le estoy haciendo el paro a mi jefa en su transición.

No ha sido fácil. El tráfico y la distancia que me separa de mi trabajo y de mis amigos es lo más complicado. Por eso tengo planeado vivir solo de nuevo en un corto plazo.

Digamos que para mí la ventaja de vivir con mi madre de nuevo es no pagar renta por algunos meses, pero la verdad es que no amo estar acá. Lo hago por ella.

“Nada se compara con la comida de mi mamá”

Mi nombre es Esther, tengo 35 años y volví a casa de mamá tras 10 años de ser independiente. Me salí de mi casa a los 22 y regresé porque quedé desempleada, pero me estoy dando un plazo máximo de un año para volver a vivir sola.

No voy a mentir, no me gusta tener que avisar de nuevo si voy a llegar o no y tampoco me late acomplarme de nuevo a sus dinámicas. Además mi cuarto ya no es mi cuarto, ahora es el de los tiliches y eso puede ser bastante incómodo.

Aún así hay muchas ventajas: No pago ni internet, ni luz, ni agua y no me tengo que preocupar por pagar una renta. Pero lo más importante de todo, mi mamá siempre tiene comida y nada se compara con la comida de mi mamá.

Por los caldos de pollo, los espacios en los cuartos de tiliches, los tiempos que se dan para cuidar a los perrhijos y por darnos ese amor eterno al que tanto le cantaba Juanga: ¡Gracias jefas!